Concluir quién soy y a dónde voy ha quedado claro que no es cosa fácil, por no decir imposible. La sabiduría popular no desconoce tal hecho, por ello seguramente se ha mantenido el proverbio de que “la esperanza muere al último”. En la constante transformación y, por qué no, evolución de nuestra persona, surgen nuevos planteamientos y objetivos, los cuales podrán definir en gran medida el futuro, pero dicho futuro dependerá de esas mismas elecciones que hagamos.
Todos somos eternos insatisfechos, sin lugar a dudas, dejémoslo claro. Nuestra misma condición de ser inquieto, muchas veces peleada con la racionalidad de la que se hace alarde, nos conduce a dos caminos: mejorar nuestra condición o sencillamente renegar de ella, lo cual deriva muchas veces en la inacción.
Una vez dicho lo anterior, el siguiente planteamiento, que es por mucho no menos complejo que los primeros, sería: ¿qué hacer para satisfacernos?
Este planteamiento no es nuevo, ya los antiguos griegos lo meditaban. Se tienen numerosos registros de varias escuelas filosóficas que durante la época de los grandes maestros y posteriormente, se mandó inscribir en las fachadas principales la siguiente oración: "Conócete a ti mismo".
¡Nada más difícil!
Cada quien puede asumirlo a su manera, sin embargo, a titulo personal, he de decir que todos, por nuestra natural naturaleza, somos capaces de averiguar la respuesta a tan complejo cuestionamiento. La "cura" a esa insatisfacción eterna que padecemos se halla en nosotros mismos.