Definitivamente, ¡que no falten mañanitas, pasteles y velitas!

No cabe duda, de que así como uno se puede encontrar un día con ciertos elementos que vayan en detrimento de nuestra moral, sea por azar o por destino, al siguiente uno encuentra situaciones mucho más reconfortantes y, por ende, mejores.

Ahora me permito reproducirles casi integro un articulo sobre la UNAM, sí, nuevamente sobre sus 100 años de vida. He escuchado desde los festejos del Bicentenario de la Gesta Independentista que "sí, los festejos han sido 'maravillosos' pero ¿y?". Pues bien, en ese contexto enmarcó los textos de la semana, la reflexión que sigue a los 100 años de la UNAM, la cual no está ajena a diversas situaciones problemáticas, carencias, deficits, y muchos etc etc etc....

Gaudeamus igitur
Marcelino Perelló

Mamá, el Alma Mater, el Alma Máter por antonomasia, la Universidad Nacional, nació, fue fundada, el 22 de septiembre de 1910, por el insigne Justo Sierra, bajo la égida del entonces salvador de la patria y Presidente de México, después tirano aborrecible, y hoy quién sabe qué, Porfirio Díaz. No sospechaban o sí que se encontraban bajo el dintel del gran maremágnum.
La Universidad, siempre la misma y siempre otra, tiene y celebra tres aniversarios distintos: uno como Real y Pontificia, que acaba de cumplir 450 años, la Nacional, de la que conmemoramos ahora su primer siglo, y la Nacional Autónoma, que hace un año cumplió los ochenta. Que mañanitas, pasteles y velitas no nos falten.
Esa historia de "Universidad Nacional" nunca me había hecho demasiada gracia. Lo he dicho y escrito en más de una ocasión, recio y quedito. En los países con tradición cultural y académica más alta y robusta que la nuestra, las "universidades nacionales" no existen.
Existe la Universidad de Stanford, y la de Cambridge. La de París y la de Uppsala. La de Barcelona, la de Lisboa o la de Roma. Pero no, de ninguna manera, la Universidad Nacional de Estados Unidos, del Reino Unido o de Francia. Hasta ridículo suena.
O séase. Lo de LA UNIVERSIDAD, frente a las otras pobres universidades -pobres las públicas por una razón, y pobres las privadas, por otra- me sonaba escaso, marginal y atrasado. Cómo le diré yo, sin que nadie se me ofenda -o aunque se me ofenda uno que otro, al cabo y qué-, me suena medio colonial. Me sonaba, quiero decir.
Pero de repente entendí. Como se entienden todas las cosas importantes: de repente. Con la vejez lo entendí. Cuando se entienden todas las cosas importantes. Aunque esta vez se me ofendan los jóvenes. No hay fijón. Es de jóvenes ofenderse. Pero no me vengan con Mozart, Gauss o Messi. O con el Capitán de quince años, de Verne. Esos son garbanzos de a libra. Y como todos sabemos, al menos como todos los viejos sabemos, los garbanzos de a libra no existen. No mamemos.
Y entendí que la UNAM es una institución sui generis, única en el mundo. No por su tamaño, por sus casi 350 mil estudiantes, más de 30 mil profesores y otros tantos empleados, no por sus campi, más de 40, entre los cuales destaca -¡y cómo no!- Ceú, al punto de que no son pocos los que confunden una cosa con otra. Craso error.
Con todo lo que representa el espacio mágico incrustado en el desierto del Xitle, la Universidad es más, mucho más que eso. La UNAM no es una dimensión física ni arquitectónica ni es una fábrica de profesionistas o un taller de conocimientos. La UNAM es la conciencia y el inconsciente colectivos, de nuestro país, y -así como lo propone, de manera un poco atrevida, el mapa en su escudo-, de toda una cultura, de todo un semicontinente, de todo un semimundo.
Tenemos estudios en 108 disciplinas del conocimiento, 39 institutos de investigación, equipos deportivos de primer nivel en 17 disciplinas distintas, 11 museos, una orquesta sinfónica, con todo y coro, que suena como los dioses, dos buques oceanográficos y dos premios Nobel y medio. También teníamos un satélite pero se nos cayó. Pinches rusos. La Universidad Nacional es magnífica. Y con eso, si las palabras no se desgastaran, lo habría dicho todo. Magnífico: de una grandiosidad majestuosa.
La UNAM, ¡ay!, no atraviesa su prime, sus mejores años. La atmósfera reinante no la favorece. Y la huelga del 99 fue una puñalada trapera. Quedó mal herida. No porque sí sus últimos dos rectores han sido médicos. Sanadores expertos ambos, en el sentido propio y alegórico de la palabra. En pocas palabras: sin la UNAM México no sería lo que es ni prometería lo que promete.
Como la Mamá de Saura, la Universidad estructura nuestra sociedad. Privilegio invaluable. Es el espléndido, insubstituible, contraste, testigo y contrapeso del poder. Gaudeamus.
  

Unamitas ¿pecadores de soberbia?

Mucho se ha escrito sobre los 100 años de la Universidad Nacional Autónoma de México, mas de un siglo de vida, de nutrir al país de generaciones cada vez más preparadas y comprometidas con su labor: ejercer con dedicación cada una de las responsabilidades para las que fueron preparados por un periodo mínimo de cuatro años, no sólo en beneficio de ellos, sino por que de por medio está el prestigio de la Universidad.
Si bien en uno de mis escritos anteriores planteaba que estos 100 años en sí solo son en su carácter de Nacional, ya que lo Autónoma sería posteriormente reconocido tras una dura batalla de las autoridades de la época, no creía y sigo sin creer que es razón suficiente para escatimársele a la UNAM dicho legado, ya que si bien lo Nacional y lo Autónoma la han transformado y dado presencia tanto al interior como al exterior, es plena heredera y digna representante de la Universidad Nacional de México, así como de aquella Real y Pontificia Universidad.
Sin embargo, hace pocos días, me encontré con un escrito del articulista Ángel Verdugo (así se llama) del periódico Excélsior, en el que tachaba de soberbios a los unamitas, al no pensar que elogiando a las generaciones intelectuales, aduciendo que gracias a ellos el país había progresado, se olvidaba que de sus aulas surgieron los Presidentes de México que gobernaron durante 30 años aproximadamente, con resultados no siempre beneficos y de formas no siempre democráticas.
Lo anterior me puso a reflexionar, más que a pensar, sobre si tenía la razón el articulista. Concluí que así era, que finalmente fue con Presidentes formados en la UNAM, que el país tomó rumbos inciertos y la mayoría de las veces con resultados poco benéficos, por no decir catastróficos, sin embargo, también concluí que la formación posterior de dichos presidentes no fue exclusiva de la UNAM, por lo que muy probablemente estas últimas instituciones hayan sido las que nutrieron su intelecto, haciendo que perduraran por encima de aquello aprehendido en la UNAM.
Después de un rato, el trago amargo ha pasado, y el orgullo de ser unamita, más consciente y cuidadoso de festejar sin reflexión los 100 años de la UNAM, sigue intacto….


¡100 años de universidad, 100 años de UNAM!

México ha tenido la grandiosa oportunidad de vivir en este mes de la Patria, dos grandes celebraciones que han marcado decididamente su devenir histórico y que han hecho posible el México de hoy. Me refiero precisamente a la celebración del Bicentenario de la Independencia y del Centenaria de la Universidad Nacional Autónoma de México.
El articulista Fernando Serrano Migallón escribe que en México, hablar de la Universidad se refiere indiscutiblemente de un epónimo que corresponde a la UNAM. No podría ser para menos. Me aventuro a aseverar que todo mexicano se ha visto vinculado, de una forma u otra, directa o indirectamente, con esta gran institución.

La UNAM ha sido un gran eje rector de la vida nacional, tanto cultural como políticamente hablando. A ella se deben innumerables generaciones  de profesionales mexicanos que se han hecho cargo de no solo dirigir al país, sino representarlo con orgullo y aplomo en el exterior, exaltar nuestras artes y mostrar los avances científicos y tecnológicos logrados dentro del país y a cargo del país.

Como institución educativa no solo ha sido capaz de producir nuevo conocimiento, sino también ha logrado contar con una conciencia crítica, con el objetivo claro y preciso de coadyuvar a corregir el rumbo del país cuando la situación lo amerite, en beneficio para toda la sociedad, convirtiéndose en faro del pensamiento mexicano.
Hoy México requiere de la UNAM. El senador Beltrones lo dijo fuerte y claro: “No debe escatimársele nada a la Universidad”, totalmente de acuerdo, pero como universitarios, no tomemos esta frase con dedicatoria ajena a nosotros. También hagamos lo que nos corresponde, aprovechemos la oportunidad que nos brinda la UNAM de contar con una educación que nos permita a acceder a un nivel de vida diferente al de nuestros padres, seamos apasionados del estudio, demostremos su calidad educativa, pongamos en práctica los valores de humanismo y comunidad que la diaria convivencia en Escuelas Preparatorias, Colegios de Ciencias y Humanidades, en Ciudad Universitaria y las Facultades de Estudios Superiores hacen mella en nosotros.

“La UNAM ha sido siempre liberal, positivista, incluyente, tolerante, humanista, republicana, nacionalista, igualitaria y laica. Por los hombres y por los pueblos nunca ha hablado, en la historia, ni su poderío ni su riqueza ni su conquista ni su imperio y, ni siquiera, su sabiduría. Por los pueblos y por los hombres, lo único que ha hablado, lo único que habla y lo único que seguirá hablando es tan sólo su espíritu
Estos 100 años han sido el tiempo de la Universidad y también el tiempo de México. La estructura de nuestro pensamiento, las obras que han hecho historia y buena parte de nuestra cohesión social, son elementos del trabajo universitario. Al celebrar el centenario de la UNAM, celebramos también el centenario de la consolidación de la cultura nacional.”

Una inyección de patria.

Los festejos del Bicentenario han pasado ya, México ha celebrado 200 años de vida independiente, aunque siendo estrictos, la consumación fue hasta 1821, pero no seamos aguafiestas y concedamos que la identidad mexicana surge a partir de esta fecha.
Considero que aun aquellos que se declararon a favor del No Grito de Independencia como forma de protesta, vivieron y sintieron vibrar la mexicanidad, cada quien en su forma particular. Los que tuvieron la oportunidad de estar en alguna plaza pública no podrán negar que el entusiasmo del Grito fue contagioso, no sólo el del Presidente de la República, sino también de aquellos compatriotas que no vacilaron en secundarlo favorecidos por la potencia de su voz.
México, o correctamente dicho, los Estados Unidos Mexicanos, porque México según nuestros iluminados legisladores no existe; ya necesitaba de una fuerte inyección de patria. No debemos olvidar que toda nación se construye y consolida a partir de valores, principios y sentimientos comunes.
Reza el dicho popular, que no hay peor ciego que el que no quiere ver. México tiene problemas en cantidades industriales, de no fácil solución, de eso es necesario estar conscientes. Pero de la misma forma, es necesario tener presente que a lo largo de 200 años México ha sabido resolver y superar, no sin esfuerzo y cooperación de todos los mexicanos, problemas de igual o mayor envergadura que los actuales.
Estos impresionantes festejos del Bicentenario del inicio de la gesta heroica de nuestra Independencia, sin aceptar que haya sido dinero bien invertido, han tenido un papel trascendental en el sentir de gran parte de los mexicanos. Es muy posible que un yaqui y un otomí sientan la mexicanidad de forma diferente, que la perciban desde su concepción particular, pero es innegable que justamente estos festejos nos permitieron disfrutar de parte de nuestra gran  herencia cultural y hacer posible que de Tijuana a Cozumel nos reconozcamos como mexicanos, lo cual, sin lugar a dudas, reafirmar nuestra identidad.
Celebrar 200 años es una invitación a la reflexión, pensar de donde se ha partido, a donde se ha llegado y cuáles han sido los instrumentos utilizados, pero más importante es responder a donde se quiere llegar. Recordar a los hombres y mujeres que nos dieron patria, mas allá de sus gustos por los placeres mundanos de todo mortal, reconozcámosles que ellos, por sus propios medios, lograron sembrar la idea de mexicanidad. Una nación necesita del mito y de la leyenda, de héroes y figuras nacionales, porque es ahí donde comienza la identidad. Desmitificar, o tratar de, a los héroes que nos dieron patria, me resulta ocioso y poco benéfico al pueblo mexicano ante la actual pérdida de identidad nacional que padecemos.
Los conmino a retomar ciertas ideas del articulista del periódico Excélsior, Armando Salinas Torres: “Hagamos un esfuerzo adicional para superar la crítica y anteponer la propuesta, (…) para hacer realidad el cambio que necesitamos para hacer de nuestro país una gran nación. (…) Los problemas que hay en todo el país tienen muchos puntos de coincidencia, al igual que nuestras raíces y los deseos por salir adelante. Cada uno de nosotros tiene la respuesta a su alcance: poner todo nuestro empeño para hacer eficiente y eficazmente nuestro trabajo; y quienes desafortunadamente no lo tienen, redoblar sus esfuerzos para superar ese obstáculo que no detuvo a nuestros antepasados que se forjaron en la escuela de hombría de bien y que trasciende hasta nuestros días.”
¡Todo por México!

¡Mucho que celebrar!

A lo largo de este mes se ha escuchado la idea o pleno desacuerdo de algunos sectores de la población con los festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, especialmente através de las redes sociales, donde se han creado numerosos grupos que invitan a unirse a su propuesta.

Seamos conscientes de las realidades de nuestro México, tenemos serios problemas, innumerables sin duda alguna y de muy difícil y complicada solución, si, pero ¿Eso amerita dejar de lado la Independencia de México?

Todo país que se precie de ser independiente y soberano celebra con gran fastuosidad el inicio o término de su gesta independentista y, de haberla, revolucionaria, ya que de esta forma se afirma su nacionalidad y su identidad nacional con aquello que los diferencia de los demás y les brinda el sentido de pertenencia a un grupo en específico.

Hace 200 años México no era México, era el Virreynato de la Nueva España, no se contaba con una idea de nación mexicana, las libertades estaban restringidas, la población se encontraba en condiciones sumamente deplorables y sus posibilidades de acceder a algún beneficio o contar con alguna alternativa para mejorar su calidad de vida eran nulas.

Hoy México es un Estado reconocido y aceptado dentro de la sociedad internacional, consolidado al interior al brindar la certeza a su población de que existe y esta presente, asi como el derecho que ejerce del legitimo uso de la fuerza en aras de neutralizar cualquier amenaza, real o potencial, a la integridad y estabilidad del Estado, lo que tiene como fin cumplir con el derecho de su población a la seguridad.

Si bien el Estado tiene por objetivos primordiales mitigar la escasez y el conflicto social, el papel de la población juega un papel relevante dentro del esquema organizativo estatal, específicamente respecto a la participación ciudadana, donde la democracia va más allá del simple hecho de emitir el voto.

Concuerdo que los gastos han sido excesivos por parte del gobierno, no solo federal sino estatal tambien, con una clara falta de visión y objetivos precisos, haciendo que hoy no se cuente con un solo monumento en pie al Bicentenario, lo que algunos hemos interpretado como el reflejo de la mexicanidad, un monumento caro, mal hecho e inconcluso.

Tenemos problemas, sí, podríamos estar mejor, claramente, podríamos estar peor, sin duda alguna. México somos todos, pero es hora de creer en nuestro país, recuperar el optimismo y, sobre todo, dejar de meternos la zancadilla a nosotros mismos, dejemos de ser "gandallas", que es la mitad de la cruz del mexicano, la otra mitad es la flojera; dejemos de buscar acuerdos obscuros donde no los hay y celebremos lo que se gana justamente, quitémonos la idea de que "Esta mal lo q hace aquel, esta pésimo lo q hace ese otro...esta peor si lo bueno que sucede no lo hice yo", ¡honor a quien honor merece!

Cortesía de la semana:
"Estamos conscientes que las reformas legales no hacen aptos a los ineptos".Beltrones.

Madre patria ¿quién eres?

Septiembre, mes de la patria. Año por demás sin igual para los mexicanos, hemos de celebrar doscientos años del inicio por nuestra Independencia y cien años de la Revolución mexicana. Y sin embargo, muchos se pregunta ¿por qué celebrar?

Me permitó reproducir el siguiente escrito de Mariluz Barrera González, quepor azares de la suerte o del destino encontré divagando por internet y que pueden encontrar integro en la siguiente dirección: http://mbgenvozalta.blogspot.com/2008/09/la-patria-es-mujerno-cabe-duda.html




La patria es mujer… no cabe duda. Su espíritu fuerte, protector y capaz de sobrellevar cualquier situación por dura que sea no la salvan de ser vulnerable, poco respetada y subestimada. No pide la opción libre de abortar al hijo no deseado, pues amorosa y sabia decide que todos deben serlo, los leales, trabajadores, honestos y luchadores, pero también lo son los malos, los corruptos, los ventajistas, los que la mancillan, la humillan, le roban y la maltratan; todos, sin excepción están a su cobijo. A todos les brinda un hogar, una identidad, una nacionalidad, y otorga opciones de una vida digna siempre en su regazo, porque ella tiene todo para ser grande, y da todo a sus hijos para que sean grandiosos si así lo desean.

Tal vez sus hijos no aprenden a conocerla porque no es tarea fácil conocer a una mujer. Todo lo que su ser encierra suele ser misterio, que se desvela para el que con ojos de amor sincero y honesto la descubre; en su afán de obtener de ella lo que su naturaleza posee para nuestro crecimiento, porque su función en la vida es alimentar nuestro espíritu, para lograr ser mejores cada día de nuestra existencia.

Pero actualmente es una realidad que nadie la defiende, nadie habla de ella, o peor aún, todos se avergüenzan de su situación.

Al pasar de los años su rostro se mira cansado, ha dado todo y no ha recibido nada; se le observa desprotegida, sola y preocupada ante la indiferencia de sus hijos, de su apatía y desgano; le inquieta el futuro que se vislumbra incierto. Y sin embargo se mantiene en pie, dispuesta a todo, a creer en sus hijos, en aquellos que conservan su espíritu lleno de valores patrios, que visten de héroes pasando inadvertidos en la multitud corrupta que se vive a diario, es en ellos en quien confía, aunque de todos espera, por que como mujer intachable perdona y su intuición le dice que hay seres valiosos y que jamás pierda las esperanzas.

Tiempo al tiempo (Parte II)

Pero ¿por qué reservar solo a los estudios prospectivos el futuro?

El ser humano como individuo tiene la capacidad de moldearse a sí mismo y también su exterior, todo reside en su poder de asimilación y creación, sea interior o exteriormente. En cambio, si la unidad fuera México, los mexicanos seriamos lo interno y lo externo el contexto internacional. Si de antemano sabemos, como buenos internacionalistas, que dicho contexto es cambiante y está sujeto a diversas variables y constantes que interactúan en gran parte por la mayor presión de otras unidades, lo único que nos queda es nuestro contexto interno.

Siendo así, es claro que nosotros, cada uno de los mexicanos, tiene la capacidad de cambiar su futuro modificando su presente. La cómoda posición de negarnos a aceptar cualquier culpa y “colgársela” a los vecinos, nacionales o extranjeros, es por demás comprobado totalmente inútil e incoherente.

México es un país de contrastes, matices, deficiencias y muchas irregularidades, pero teniendo una visión de que somos una unidad, de lo que yo haya no sólo me beneficia a mí, sino a los mexicanos en general, se puede lograr un cambio. Muchos nos preguntaríamos ¿qué garantías tengo yo de que el otro piense en el bien de México y no en el suyo propio? La respuesta es clara: ninguna en concreto. La única posible es la confianza, abstracta sin lugar a dudas y justamente la que escasea en nuestros días.

Más de uno podrá llegar a pensar en que es una utopía, lo cual no niego y estaría absolutamente de acuerdo, de no ser porque en el mismo Manual de prospectiva se plantea la premisa de la necesidad de regresarle sus virtudes y ventajas a la utopía, ya que gracias a esta y a la ciencia ficción, el ser humano se ha avocado a pensar más allá de lo posible, resultando en el mundo que hoy conocemos.

¿Qué es lo que nos hace negarle a México la posibilidad de ser un país mejor? ¿Porqué desacreditarle un logro? ¿De dónde viene toda esa desconfianza a lo positivo? Certezas no las hay al respecto, pero si la sería convicción de que la confianza se nos ha terminado, y por ello, debemos recurrir nuevamente a la utopía, con la expectativa de algo mejor, pero no solo esperarlo, como lo hiciéramos en épocas anteriores, sino ahora es ir a buscarlo, ser participes de ese “algo mejor”.

A muchos nos parecerá irónico, pero si el mexicano es capaz de enfrentarse a miles de peligros y arriesgar el “pellejo”, literalmente, en su búsqueda de una mejor calidad de vida en el vecino país del norte, ¿Por qué no correr los mismos riesgos en territorio nacional? ¿Qué acaso reciben mejor trato de las autoridades de allá que de las mexicanas?

La percepción del ser humano sin lugar a dudas, tanto del ser como del tiempo y del espacio son difíciles de modificar, alterar y más aun de cambiar o evolucionar, la obstinación, necedad o tenacidad, como la llaman algunos, plantea un serio obstáculo pero no quiere decir que sea imposible.

No se puede cambiar la mentalidad de un país de la noche a la mañana, pero es necesario que empecemos por comenzar, la sabiduría popular bien dice que lo más difícil es dar el primer paso, a más de uno nos habrá de constar. Y de empezar, no olvidemos que “El futuro está siempre en proceso de hacerse. Tenemos conocimiento del pasado y del presente. En función de ellos se pueden construir imágenes de futuro” .

Tiempo al tiempo (Parte I)

La concepción del ser no estaría completa sin la necesaria alusión al espacio-tiempo que tanto preocupa al ser humano.

Nuestro entorno indudablemente condiciona muchos de los aspectos del ser, la percepción que se tenga de ellos incidirá en nuestras conductas y actitudes, por lo que al estar inmersos en un espacio sumamente cambiante y diverso para cada ser humano, habremos de dejarlo de lado para efectos prácticos.

Avoquémonos entonces al tiempo, ese elemento inherente a la vida humana, siempre presente y latente, tanto que a veces incomoda, y del que no todos somos capaces de modelar o adecuar a nuestras necesidades, por el simple y llano hecho de que no sabemos cómo.

Si uno leyera el Manual de prospectiva y decisión estratégica: bases teóricas e instrumentos para América Latina y el Caribe, cuya autoría es de Javier Medina Vásquez, tendríamos que el futuro se conforma de dos partes en esencia, los factum y los futura. El primero está ligado al pasado y el desarrollo del presente, mientras que el segundo únicamente proviene de las representaciones mentales de los actores sociales de aquello que puede suceder.

Meditémoslo y, más importante aún, comprendámoslo, tal planteamiento puede resumirse en que “lo importante no es solo mirar el futuro, sino la forma estructurada de observar el devenir”.

La prospectiva, asi como la anticipación, en su esencia, van más allá del simple hecho de correlacionar el presente con el futuro, numerosos estudiosos en la materia afirman que la prospectiva no implicaba el simple hecho de conocer el futuro, sino que se debe propugnar todo un esquema en el que actuando en el presente se construya el futuro deseado. “Para la prospectiva el pasado y el presente deben ser escuchados y analizados, pues ofrecen indicaciones para actuar. No se observa el futuro por el placer de analizar un sistema social. Se visualiza para actuar, para producir mejores decisiones en el presente”.


"El buho no ha muerto..."

Comenzar por el principio, empezar por comenzar...esa fue la premisa ignaural. Somos seres cambiantes, maleables, capaces de superarnos a nosotros mismos, guiados por nuestra propia insatisfacción.
Les comparto el siguiente texto, de Pedro Ferriz, columnista del periódico Excelsior, ya que por aras de la suerte o del destino, comparto (compartimos es demasiada vanidad) su visión sobre la indivualidad y colectividad del ser, especialmente del mexicano en estos días. 

Un soldado en cada hijo...

Cierro los ojos para estar solo. Busco en mi interior. Decía Johann Sebastian Bach, que el reto más grande de un humano es revisar su conciencia para encontrarse. (…) ¡Qué tiempos me han tocado! Desconfianza, crueldad, materialismo extremo, egoísmo, desunión. (…) La masa humana es arrogante en su ignorancia. Cree entender cuando adolece. Hay enojo y desesperanza. El hombre apunta salidas sin la certeza de llegar a la luz de la verdad. (…) La familia humana ya no es familia. Se pierde cohesión. La juventud busca trabajo mientras la oferta se seca. Se empieza a gestar una subespecie de ser, (…) De las entrañas de la conciencia surge la violencia como una forma de expresión que toca extremos insospechados. Pareciera que Satán despertara de un largo sueño para juguetear con la infelicidad. La lucha por recobrar la armonía ha empezado. (…) Estoy procesando si me encuentro cansado de luchar. Los molinos de viento son cada día más y más grandes. Mi lanza y espada me tiemblan entre las manos. No siento los brazos de tanto pelear. Ya nadie cree que haya guerreros de convicción. Incomprendido, lapidado a veces y ciego por la sangre que encharca mis ojos. La hidalguía se ha devaluado en la sociedad. Las buenas intenciones se confunden con intereses mezquinos. El valor se ve como cinismo. (…) En la búsqueda de hacer prevalecer mi misión hay quien me cree... y quien me desprecia. Los primeros me dan alas para seguir volando. Los otros, razones para no dar tregua. México está enfermo y acosado. (…) Padece del hombre que lo habita. Unos porque le restan valor, otros porque no lo encuentran. Se suele denostar su nombre, como si tuviera la culpa de lo que lo enferma. "La riqueza no puede ser de otra forma más que malhabida". "La honestidad, una máscara". El líder es visto con suspicacia. La falta de respeto es forma de ser. Yo primero... después yo. La cortesía, refinamiento y voluntad de progresar están secuestrados por el miedo. El verdugo aprisiona sin soltar. Como hormigas, queremos hacer algo para salvar al hormiguero. Corremos desordenadamente para encontrar solución al peligro. Llega el atropello y las formas fallan. Se siente -claro- que este no es el mejor momento. Mas no sólo eso. Se intuye que ya pasó para no volver jamás.

¿Cómo reconstruyo la fe de tantos que la han perdido? ¿Por dónde continuar? Pasa un torbellino de pasiones. El sufrimiento entume toda forma de reconciliación... Debo abrir los ojos de nuevo, ¡para ver! Mi recorrido acabó. Ver mi circunstancia me ha restaurado. La vida es así y lo comprendo. Estamos vivos... y vida y problema son binomio que no se puede entender uno sin el otro. Estamos ante un problema. El mayor de nuestra historia. Estoy aquí y dispuesto a luchar. Esta introspección me sirvió de solaz y descanso para emprender lo que tal vez nunca acabe... aunque mantengo la fe.

Y tú... ¿Sigues siendo un guerrero... o ya te cansaste de pelear?

¡Tú tienes la fuerza!