Calaverita bolchevique

Andaba por polakas paseando,
la Catrina tilica y flaca,
cuando a su lado pasa volando,
un remolque magenta silbando.

Por la cafe se le vio pasar,
con un natzi comunista pelear,
y a un barbero derechoso ignomiar.

Comunistas, reaccionarios e idealistas,
a todos la pelona saluda por igual,
segura que algun dia,
todos con ella debatiran.

No podía irse sin mas,
no sin antes por la biblio pasar
y a la matadita saludar.

Ya de salida, sorprendida,
a una Dummy vio pasar,
lo que la hizo tropezar,
¡con el engendro de la posmodernidad!

A la pelona no le han de faltar
canas por las cuales preocupar,
preocupados deben estar
los que un año sumaron y sumaran de más.

Un humano, un mundo...

Que trabajo nos cuesta a veces darnos cuenta del cambio que puede operar en nosotros una simple y sencilla actitud, no solo nuestra, sino de alguna otra persona a nuestro alrededor. Saber que siente el ser humano que tenemos al lado o cerca a nosotros es algo sumamente difícil, comenzando por el interés que en nosotros despertaría el saber tales hechos, pero negarnos a ellos, en cierto sentido, es negarnos a ser humanos.

Alguna vez alguien dijo que es una mentira que exista un solo mundo llamado Tierra en el universo, en realidad, existen más de varios cientos de millones de ellos, y ¿por qué? Por la sencilla razón de que todos los seres humanos somos un mundo, constante, cambiante, siempre en erupción, transformación y renovación, que se relaciona con otros mundos, que lo impactan, sí, pero que a final de cuentas, nosotros somos los únicos que decidimos cuan grave puede ser ese impacto, tanto para bien o para mal.

El mundo no se acaba aquí (2)

Se puede decir que la velocidad a la que se desplaza la sociedad de hoy en día, hace imposible detenerse un momento a pensar en el futuro, hacer proyecciones de nuestras metas, no solo individuales, sino también como conjunto de seres humanos que por naturaleza somos, repensar nuestro pasado, tal vez inmediato, y por qué no, jugarle al adivino por un momento.

La inercia nos gana a la mayoría, aunque querramos desacelerar o detenernos un momento, no encontramos tiempo para tal cosa. El mundo actual, la sociedad en sí, reclama y hacer valer con creces aquel viejo refrán que reza "el tiempo es oro".

El futuro sigue siendo algo incierto para nosotros, de eso no cabe duda, pero esperamos o damos por sentado que el día de mañana será en mayor o menor medida el mismo que hoy o ayer.
El ser humano, la juventud en especifico, al menos un gran porcentaje de esta, ha dejado de creer, y lo peor, es que ha sido incapaz de elaborar nuevas creencias. Los mismos adelantos tecnológicos han hecho que cada día seamos menos capaces de sorprendernos por algo, de cuestionarnos el cómo funciona, el plantear nuevas hipótesis o variables, damos por sentado que el mundo así es y no nos interesa en lo mas mínimo pensar como era o como será.

Necesitamos reencontrarnos con un elemento que hoy parece yacer tres metros bajo tierra: la utopía, ese elemento producto de la mente humana que plantea un sinfín de escenarios, posibles o no, tanto para la humanidad como para cualquier ser humano. La utopía ha sido el vehículo por excelencia para el ingenio y la fantasía humana, por el mero hecho de dotarnos de un elemento que nos es imprescindible como seres pensantes y racionales, la esperanza en el futuro, en un escenario alterna donde los errores y vicisitudes del presente sean modificados.

Es necesario que volvamos a creer en nosotros mismos, como seres racionales capaces de aportar nuevos elementos que mejoren nuestra realidad, y donde no sea la inercia o los adelantos tecnológicos los que limiten nuestra capacidad de asombro y nuestra mente también.

El mundo no se acaba aquí (I)

La evolución del hombre, con todas las implicaciones tecnológicas que ha conllevado, ha repercutido enormemente en su forma de ser, de pensar y de actuar.

Podríamos decir que desde los inicios de la Revolución industrial, las mejoras y adelantos tecnológicos no se han detenido. Algunos seccionan dicho desarrollo y adelanto tecnológico en olas, lo cual es creíble y hasta cierto punto, desde el ángulo metodológico, sumamente benéfico.

Dichos adelantes e inventos científicos han tenido como meta principal, mejorar la calidad de vida del ser humano, hacer de determinadas tareas y actividades un paseo por las nubes, digámoslo así. Pero la realidad es que se ha abusado enormemente de dichos avances,  socavando y minimizando la capacidad física y mental del ser humano para pensar y actuar, tomando decisiones bajo el esquema racional planteado por los antiguos filósofos griegos.

Un hecho muy claro y que hoy día es muy sencillo de encontrar son los jóvenes, o hablemos de un rango de edad aproximado entre 15 y 30 años. Esta población, o la gran parte de ella no es capaz o no quiere creer en muchos antiguos dogmas, sea la religión o las tradiciones, lo cual no es condenable, en absoluto, el problema radica en que ahora no creen en nada.

Surcar el mundo de las letras...

Para amores que se alejan,
busca amores que se acerquen....


Existen muchas personas capaces de imprimirle su estado de animo no solo a sus acciones, sino a su forma de pensar, pero no todas logran reflejarlo en su forma de escribir.

Escribir puede ser un acto de entretenimiento, una tarea e incluso, la mayor parte de las veces, un trabajo, inclusive hasta de gozo cuando de escribir a una persona estimado y/o querida se trata,  pero yendo mas alla de tales concepciones, escribir se traduce en  valvula de escape a las ideas y emociones que inundan nuestro ser.

El habito de la escritura plantea dos vertientes de consideración, el primero se traduce en la habilidad de llevar el pensamiento a la tinta y al papel, con la consecuente e inherente complicación de hilar las ideas, y el segundo, habrá de consistir en llevar tales ideas al plano del comportamiento.

Discernir que implica mayor  dificultad no es cosa sencilla, especialmente cuando se trata de generalizar. La realidad nos dice que dicha dificultad dependerá de la habilidad   y, muchas veces, de la capacidad que se tenga para imaginar y desarrollar una idea, asi como del otro lado, mas que de la capacidad dependerá de la disposición a hacerlo.

Escribir sin duda libera la mente, le permite adentrarse en profundidades desconocidas del ser humano, y sobre todo, permite reflejar cual espejo, lo que sucede en el interior de una persona. No podemos negar la facilidad con que uno mismo adivina cuando una persona ha escrito de tal o cual forma, por ello, es que la escritura se debe practicar como medio del desarrollo mental del ser humano, adentrarnos en lo filosófico y político que es por naturaleza, y por qué no, también en lo visceral que somos.




Las hojas comienzan a caer....

En estos últimos días, ha sido posible ver un cielo despejado la mayor parte del tiempo, acompañado de un aire si bien no gélido, si lo suficiente para desempolvar las chamarras.
El verano ya se termino, no cabe duda. El tiempo de los paseos por los parques y la búsqueda de una sombra para pasar el rato, llega a su término.
Se dice que el verano es la estación idónea para los amores, no por algo existe un sin fin  de canciones alusivas a este hecho. Verano y amor definitivamente son una de las mejores combinaciones en la vida.
Por ende, se puede suponer, cual es el complemento del otoño. Una vez terminando el verano, se terminan los amores, una vez iniciado el otoño, se inician los desamores.

El otoño, con su viento frio, cielos despejados, sol brillante y parques llenos de hojas caídas, es el marco indiscutible para aquellos enamorados que vuelven a la realidad.
Sin embargo, no se puede maldecir al otoño y enaltecer el verano, siempre hay un tiempo para cada cosa, y eso lo sabe bien la madre naturaleza. En contraposición, y tal vez para lavar culpas, bien se dice que de todas las Lunas la de octubre es la más brillante, tal vez en plena alusión al cómplice por excelencia de los amantes.

“Ante la falta de pan, puro circo”.

Se acabo septiembre, mas no la patria,
pero dejémosla reposar,
que de tanto mencionarla,
se nos puede desgastar.

No estoy en contra de los festejos, eso lo tengo bastante claro, por que a fin de cuentas, no todos los días se puede tener alegría, risas y convivencia, sea sana o no. Pero este fin de semana no pude evitar ponerme totalmente en contra del festejo Olímpico Bicentenario, anunciado a más no poder bajo el pretexto de conocer a "nuestros" héroes deportivos.
En primera, la salud de mi hígado y de mi estomago se vieron seriamente deterioradas. El viernes toda la zona aledaña a Paseo de la Reforma se volvió caos vehicular, los traslados que eran de 15 a 20 minutos de convirtieron en una hora, y eso si tuviste suerte o preferiste hacer el trayecto a pie.
Y en segunda por considerar un gasto irrisorio e injustificado la necedad de instalar todos los elementos necesarios para la pista y la fosa de clavados, con un costo mayor a los 50 millones de pesos. El dinero gastado en dicha improvisación deportiva que es tan solo para dos días, lo considero como un gasto innecesario y mal invertido. Ese dinero, sin duda alguna, bien pudo dirigirse al remozamiento de un centro deportivo, o mínimo la construcción de uno nuevo.
Es innegable que el gobierno del Distrito Federal ha hecho de la avenida Reforma, del Ángel de la Independencia en específico, su epicentro de actividades para "beneficio" y gozo del pueblo. Pero esta vez, tratándose de un evento a cargo del gobierno federal, se llega a la conclusión que el espacio público, como lo es Reforma, se ha politizado, con consecuencias no siempre favorables para la población.
El cerrar una arteria principal como Reforma, en una ciudad como el DF y en viernes, no sé ustedes, pero no se necesita ser un genio en planeación o logística para concluir que muy probablemente la cantidad de adeptos ganados por el evento será proporcional o menor a los trabajadores enfadados por no poder llegar a tiempo a su oficina, sin olvidar a los estudiantes que obtuvieron el mismo resultado.
No cabe duda de que en estos días, por lo menos en cuanto a la capital de México, se ha roto aquella frase bien conocida, que al pie de la letra dice: "al pueblo, pan y circo", convirtiéndose ahora, “ante la falta de pan, puro circo”.

¿Qué me hace ser mexicano?

El mes patrio llegó a su fin, pero no por ello las reflexiones en torno a la cuestión de la mexicanidad deben detenerse, ya que una nación no se construye o deconstruye en un sólo día, es todo un proceso complejo y diverso que puede llevar años o siglos lograr consolidarlo.

Es por ello poco antes de que septiembre llegara a su fin, me surgió la duda, que bien podría tachar de existencial, sobre aquello que me hace sentir mexicano. En mis diversas cavilaciones, me tope con otra cuestión no menos trascendente, ¿hablaba de aquello que me hace mexicano?, o ¿de aquello con lo que me identificaba como mexicano?

La respuesta no es sencilla, en ninguno de los casos, pero la realidad es que la segunda me llevó con los símbolos nacionales, con el escudo, la bandera, el himno nacional y la Carta Magna. Sí, sin lugar a dudas me identifico con ellos, el simple hecho de verlos, o escucharlos en el caso del himno nacional, me da un sentimiento de pertenencia a una comunidad definida, concreta y precisa, la mexicana.

Por otro lado, el buscar aquello que me hace mexicano fue más complicado, por el simple hecho de no poder encontrar como motivo suficiente la complexión o los rasgos de los mexicanos, el lenguaje, o la religión. Bien me comentaron que un acta de nacimiento lo decía de forma más clara que el agua, pero el ámbito jurídicos no basta cuando de identificación se trata, yo lo podría comparar cuando nos formulan la pregunta del millón de dólares: ¿Cómo te describirías?

En todo caso, mis cavilaciones me conducen a una sola conclusión: que existe una marcada diferencia entre aquello que nos identifica como mexicanos y aquello que me hace mexicano. El primero corresponde a una visión del Estado, en esta búsqueda por la construcción de una identidad nacional; mientras que la segunda ya es de índole personal, corresponde a cada individuo pensar o sentir el ser mexicano, no creo que haya respuestas correctas o incorrectas, sino tan solo formas de cada imaginario individual que es elaborado a través de los años.