¿Qué tanto estás dispuesto a perder?

Las analogías de la vida con ciertos elementos de la vida diaria son infinitas, cada día, de proponérnoslo, podemos encontrar una diferente, hasta con la más mínima insignificancia, y nos daremos cuenta que es totalmente compatible. Tal vez sea porque la vida misma es un universo dentro de un universo, un minúsculo mundo dentro de un mundo, donde todo se relaciona, todo se vincula, y una cosa lleva a la otra.
En esta ocasión, por azares o juegos de la mente, resolví que la vida es como un casino, una casa de juegos y apuestas, donde convergen muchas personas, muchas luces, muchas sensaciones y un sinfín de sentimientos. La vida es un casino porque siempre estamos apostando, siempre estamos esperando un buen resultado, algo que nos favorezca, que en nuestro egoísmo e individualismo casi siempre omnipresente, nos de beneficios al por mayor e incremente nuestros dividendos.
No todos los días se apuesta lo mismo ni en la misma cantidad, es más, hay días en que no tenemos que apostar, otros en que no tenemos algo que perder, y sencillamente otros en que no veamos razón para arriesgar nuestro capital, aquel que se logró en su momento y que hoy nos permite vivir en una zona de confort y estabilidad. En otras palabras, habrá días y épocas en que estemos a dispuestos a correr riesgos, salir y comernos el mundo, a perder todo y que nos importe un carajo el mundo, mientras que otros, nuestro sentido del riesgo se hará presente y preferiremos retirar nuestra apuesta e incluso de la mesa.
Así es la vida, ni más ni menos, todo se reduce a un sencillo juego de azar, de toma y daca, de saber en qué momento apostar y cuánto, pero sobre todo, nunca olvidar que la posibilidad de perder existe, que de un momento a otro nuestras manos estarán llenas y otras tantas vacías. Saber que habrá que arriesgarse implicará perdidas, y por tanto, es necesario dejar de lado el miedo, no inutilizarlo porque siempre es un freno indispensable en la vida del ser humano, pero tener conciencia de que “el que no arriesga no gana” y “más vale pájaro en mano que ciento volando”, en términos coloquiales y de la sabiduría popular, sirven como pesos y contrapesos en la balanza de la vidas, cada quién sabe qué tanto inclinar dicha balanza y hacia qué lado día con día.

Vacaciones son vacaciones

Siempre hago caso de los consejos que me da mi abuelita, excepto aquel que dice que las mujeres son malas, prefiero darles aun el beneficio de la duda; y en este caso, si mal no recuerdo, de chico siempre me dijo que los días santos eran días de guardar y por tanto, no se debía hacer nada. Como buen nieto, que no católico, decidí desde hace algunos años hacerle caso a tal precepto, y heme aquí que esta Semana Santa no ha sido la excepción.
Lo malo de todo el asunto radica en que si bien hasta la preparatoria se nos dan dos bien merecidas semanas de vacaciones, aunque la memoria ya me falla, en la universidad solo se trata de una semana que al final no alcanza para mucho. Se quiere hacer una infinidad de cosas que siempre hemos ido dejando “para cuando allá tiempo”, y creemos que con una semana terminaremos con lo acumulado en tres meses o más, terrible error.
Las vacaciones son para descansar, relajarse un poco, desestresarse, recapacitar un poco o sencillamente cambiar de aires. Descansar es la idea, cosa que sencillamente muchos no entendemos, excepto por una cosa, la tarea, esa puede esperar al día domingo 11 de la noche para comenzar a tomar forma.

Pintor de brocha gorda.

No cabe duda, el exceso de tiempo hace a la mente ponerse a dilucidar cosas, y más cuando tienes frente a ti una pared inmensa a la cual tienes que cambiarle el color, darle la primera mano, esperar que seque, verificar los puntos donde la brocha no ha impregnado correctamente la pintura, retocar y rellenar ese espacio vacío del color y que desentona con el resto, verificar nuevamente, darle una segunda mano de pintura y hasta una tercera si fuera necesario, pero sólo en aquellos puntos que lo ameriten, y finalmente, tenemos ante nosotros el marco necesario para la ejecución de la segunda etapa.

Pareciera tan insignificante, pero la realidad es que todos somos pintores, se dice que arquitectos también, pero en ese caso tan solo diseñamos el cascaron; el oficio de convertirnos en pintores, aunque sea de brocha gorda, va un poco más allá, al darnos una idea sobre lo que queremos plasmar dentro de ese cascaron que hemos construido, porque de llenarlo y atiborrarlo con cosas insignificantes, raras, extrañas, desconocidas e incluso inservibles, es una tarea para la que el ser humano se pinta, literal, solito.

Como lo mencionaba, el proceso de plasmar lo que tenemos en mente sobre un espacio, no es tan sencillo ni llano como podría pensarse, ya que a final de cuentas, todo dependerá de cómo queremos que sea el resultado final. Podremos amontonar, encimar, poner capa sobre capa sin preocuparnos por ocultar debidamente lo anterior, y el resultado podrá variar desde malo a desastroso, e incluso, hasta a creativo para aquellos que gustan de enigmas matemáticos.

Yendo al grano, la cuestión es sencilla, si queremos un buen resultado, un trabajo digno de admiración y emulación, no hay otro camino que hacer las cosas debidamente, hay que preparar nuestro espacio para plasmar aquello que queremos, para obtener óptimos resultados, aun cuando esto implique más tiempo, más materiales empeñados, mayor planeación y sobre todo, mayor visión y decisión sobre cómo queremos el resultado final. De tal suerte que al poner la brocha en el piso y levantar la vista para observar lo que hemos pintado, estemos conscientes de que la superficie estaba sin obstáculos, que fue preparada con anterioridad, y si existe algún grumo o deficiencia fue por nuestra culpa, y el resultado obtenido, dependió de ello mismo.

Dejar pasar la oportunidad.

¡Ah pero qué pruebas nos pone la providencia!

La mayor parte de la generación de la carrera nos encontramos en un punto próximo a la culminación de más de 12 años de preparación académica, en términos mas coloquiales y como dirían mis abuelas 'estamos más pa' allá que pa' acá'.
Las materias se terminan, queda un semestre de feliz estadía en la facultad, salvo aquellos que tengan o quieran hacer su noveno bis, pero salvo la tesis, pocas cosas nos ataran al ámbito universitario. Caso contrario sucede con el ámbito laboral, donde habremos de comenzar a buscar oportunidades, vacantes, conocidos, enviar curriculums a diestra y siniestra, igual chicle y pega. Los años de preparación académica deben transformarse en practica.
Pero ¿Qué haremos cuando nos hayamos postulado para un trabajo que finalmente, tras la entrevista, no nos convence? Es difícil la decisión considerando que sería nuestro primer empleo, por regla casi general, no estaremos titulados aun, tan solo seremos pasantes, e indudablemente, la experiencia que podríamos adquirir, contaría para un futuro y nuevo empleo.
Triquiñuelas de la vida, decir que si o decir que no, tomar una decisión que abre o cierra una puerta. Y además, tomarla en ese instante, porque el de recursos humanos no puede perder tiempo. Así se las gasta el destino, nos muestra una oportunidad, la hace brotar en nuestro camino, es nuestra, con la único condición de que la tomemos al momento, si la vamos a aprovechar, caso contrario, dejémosla ahí, para que alguien más lo haga.

PD: Cuando dejemos de tener el margen para rechazar un posible empleo, comencémonos a preocupar, pero por vía de mientras, ¡sigamos de mantenidos! Que diga, de estudiantes. =P

La vida no es más que un mero trámite...

Nombre, apellido paterno, apellido materno, edad...así comienza la mayoría de los formularios que a lo largo de nuestra vida adulta hemos de llenar. Información y datos personales que nos caracterizan e identifican entre los miles de millones de seres humanos que habitamos este planeta.
Es de admirar la gran capacidad que tiene nuestro cerebro para recordar tantos datos, ya que si bien, en México se trato hace algunos años de dotar a todos sus habitantes con una Clave Única de Registro de Población, este ha sido insuficiente, por no decir ineficaz, pocas veces valido e incluso por muchos desconocido.
Números, letras, mas números...increíble que toda la vida de una persona pueda ordenarse cronológicamente por la fecha en que fue tramitando sus papeles. Podemos partir de la fe de bautismo, el acta de nacimiento, la cartilla de vacunación, el registro ante el seguro medico, la boleta de primaria y su certificado, el de secundaria, la CURP, el permiso para conducir, el pasaporte, la licencia de conducir, y la cantidad de tramites aumenta cuando comienza la vida universitaria o de solicitudes de empleo hablamos, toda nuestra se existencia se resume en claves de números y letras.
Podría pensarse que la automatización de nuestros datos es la solución a tanto papeleo y clave, pero ante la inseguridad y poca fiabilidad de las bases de datos, su fácil sustracción, es mejor pensarlo dos veces, hacer de tripas corazón, y seguir llenando nuestros formatos, formularios, solicitudes de empleo, etc., etc., etc....

“La imponente realidad."(II)




Como muchos otros estudiantes, pensó que no había prisa, que la carrera era para disfrutarse, seguir el plan de estudios a cabalidad, al fin que había sido hecho por los grandes especialistas de la carrera, la gente experimentada, la intelectualidad. Si bien todo en esta vida tiene una razón de ser, seguramente conforme se fuera llenando su historial académico sabría cuál era el siguiente paso a seguir. Las intensas noches de estudio, las búsquedas exhaustivas de aquel texto descontinuado dejado en una de sus clases preferidas y que logró culminar con éxito, la hicieron pensar que estaba preparada para cualquier otra eventualidad académica, al fin que semestre tras semestre, había ido perfeccionando esas herramientas de búsqueda, investigación y análisis que tantas ojeras le habían causado.
Conforme se fueron consumiendo las materias, semestre tras semestre, comenzó a percatarse de que si bien era una situación similar a las anteriores, el desenlace envolvía algo completamente diferente, llegaba el "feliz" termino de su educación y ¿Ahora? ¿Qué seguía? ¿Qué podría hacer, a qué se dedicaría? lo único que sabía hacer ¡era estudiar! y eso estaba llegando a su fin.
El miedo comenzaba a hacerse presente, no sabía a qué se dedicaría concluida la carrera, y de la nada,  súbitamente, se dio cuenta que ya estaba en puerta la evaluación más importante, se venía el último de sus trabajos, con el cual culminaría su carrera: la tesis.
Preocupada, comenzó a sacar cuentas, a verificar el numero de materias y créditos con los cuales debía contar hacia el final de su carrera, y por más que reviso y releyó, los números indicaban que le quedaba algo así como un año más como estudiante, una vez terminado ese año, sería un pasante mas con unas tesis por hacer.
¿Qué hacer? Fue la pregunta que se formuló. Los hechos no mentían como tampoco lo hacia su sentido común, no tenía un tema establecido, no había meditado que le gustaría investigar de todo el mundo de conocimientos que ahora poseía y, por si fuera poco, aun no hacia el Servicio Social ni certificaba los idiomas que pedían para poder titularse, al menos eso había escuchado decir de compañeros ya egresados.
Ante la apabullante realidad, se dio cuenta que no todo estaba perdido, todo lo contrario, era hora de poner manos a la obra y comenzar a trabajar con todas las herramientas y conocimientos adquiridos durante dieciséis años y medio de estudio, descontando el kínder claro. Era el momento de ver madurar las ideas y convertirlas en un texto que pudiera reflejar su capacidad de discernir un tema. Así lo pensó ella, así lo visualizó, y con esa idea se quedó, los vientos de cambio y renovación empujaban su barco hacia nuevos horizontes.

“La imponente realidad.” (I)

“La imponente realidad.”
Tiempos modernos, tiempos difíciles, tiempos de cambio, tiempos de irreflexión y tiempos de acciones impulsivas, tiempos en que la vida no parece vida, sino una simple mecanización de procesos. Esos tiempos le tocaron vivir a ella, que sin haberlo pedido y mucho menos imaginado, se encontraba en ese mundo con alta dosis de fatalismo, que poco a poco se había ido haciendo patente con el no siempre lento transcurrir de su existencia.
Y así pasaba ella, cual navío en altamar, con días soleados y otros de tormenta, pero siempre en movimiento y adelante. Las sorpresas que puede llegar a deparar el mar son tan inciertas como el destino mismo de todo ser humano, de un día a otro se forma una tormenta, de un día a otro descubrimos tierra ignota frente a nosotros, de un día a otro, nos damos cuenta que nos hemos ido alejando cada vez más de lo que antes nos era conocido.
Un instante, un segundo, y ella se vio perdida en una lejanía inhóspita y aparentemente desolada, pero a la vez con una fuerza de atracción que era difícil de resistir, invitando a sucumbir ante tal fuerza y dejarse arrastrar por una corriente constante, fluyendo entre escollos y pedruscos, hasta llegar a los remansos intermedios, donde tal tranquilidad fue la que la despertó.
Ella había logrado sortear un sinfín de obstáculos, no por nada había conseguido llegar a la universidad integra y de una sola pieza, claro, al menos de eso estaba segura cuando ingreso, ahora que se encontraba a mediados de la misma, tenía serias dudas al respecto, ya que antes no había pasado por su mente la mínima posibilidad de que justamente en esta etapa podría quedar categorizada como una desequilibrada mental ante la ingente cantidad de tareas, ensayos, exámenes, lecturas, y un largo largo etcétera al que todo universitario se ve sometido durante su carrera.
Su lenta pero constante educación escolar, la habían hecho no pensar en ello, pareciera por un momento que no tendría fin. Al inicio le disgustaba tener que estudiar, después se resigno de mala gana, para finalmente descubrir que había encontrado un modus vivendi en el que era posible hallar cierto gusto por esos temas que despertaban su curiosidad y la invitaban a discernir con y sobre ellos.
Aunado al hecho innegable de que a través de todos esos arduos años se había encontrado con gente interesante, divertida, simpática, querida, incluso a mucha que no le causo el mayor interés ni buena impresión, pero que con ellos había ido descubriendo y ampliando lo que el mundo era o podía ser. A final de cuentas, buenas o malas, lo que todas esas personas le dejaban, eran experiencias que día  con día ponían en franca evidencia su conocimiento sobre la vida.
Y así, sin darse cuenta, ya había pasado doce primaveras, con sus respectivos inviernos y veranos, dedicándose a estudiar, a estar en las aulas memorizando textos y otras tantas veces dedicando ingentes cantidades de tiempo a resolver las tareas que sus no tan benignos profesores le dejaban. Por la misma razón, no le causo mucha impresión, la menos después del primer día, el encontrarse de pronto en la universidad, al fin y al cabo, la situación era muy similar con las otras, un aula, compañeros, maestros, tareas, etc.

La cosa ya no es tan calmada...

Ironía de las ironías, cosas que pasan en la vida. Apenas el jueves pasado escribía sobre cómo el transcurrir de la vida puede ser sumamente lento o un tanto rápido, pero siempre invariable: es constante. Y hoy me doy cuenta que es domingo, mañana será lunes, primera semana del cuarto mes del 2011, que me restan dos días de Servicio Social (¡gracias Jebus!), que tengo una semana para reformular mi proyecto de investigación y que literalmente, no sé qué haré ahora con tanto tiempo libre.
A esta cuestión me refería en la entrada pasada, ¡el tiempo simplemente vuela! Y puede que a muchos no les cause problemas, a otros tal vez sí, pero eso de no tener un plan programado de vuelo puede sencillamente convertirse en una espina en el talón. Es muy grato poder despertar y darse cuenta que tenemos todo un día por delante para hacer lo primero que se nos venga a la mente, pero después de las primeras semanas, al echar un vistazo atrás y repasar qué has hecho, muy probablemente encontraremos un panorama no tan halagador.
A mi parecer se corre un alto riesgo de caer en un ciclo vicioso, ya que el contar con tiempo de sobra nos permite confiarnos y creer que sencillamente si no se hizo hoy, se hará el día de mañana, en casos extremos algunos afirman seguir la enseñanza tailandesa de que si no es en esta vida, será en la otra.
En conclusión, considero muy cierto aquel proverbio popular que reza: “Hay que saber correr, pero hay que aprender a no forzar la marcha”. Traducido al español, es conveniente tener un plan de vuelo, no muy esquematizado ni excesivamente puntual, tan solo poner objetivos con un plazo estimado, por que sin lugar a dudas, la vida siempre tendrá una sorpresa reservada para nosotros, por ello, junto al plan de vuelo, hay que poner un ‘post-it´ que al calce diga: “Importante nunca perder la capacidad de asombro en este viaje”.