El mundo no se acaba aquí (2)

Se puede decir que la velocidad a la que se desplaza la sociedad de hoy en día, hace imposible detenerse un momento a pensar en el futuro, hacer proyecciones de nuestras metas, no solo individuales, sino también como conjunto de seres humanos que por naturaleza somos, repensar nuestro pasado, tal vez inmediato, y por qué no, jugarle al adivino por un momento.

La inercia nos gana a la mayoría, aunque querramos desacelerar o detenernos un momento, no encontramos tiempo para tal cosa. El mundo actual, la sociedad en sí, reclama y hacer valer con creces aquel viejo refrán que reza "el tiempo es oro".

El futuro sigue siendo algo incierto para nosotros, de eso no cabe duda, pero esperamos o damos por sentado que el día de mañana será en mayor o menor medida el mismo que hoy o ayer.
El ser humano, la juventud en especifico, al menos un gran porcentaje de esta, ha dejado de creer, y lo peor, es que ha sido incapaz de elaborar nuevas creencias. Los mismos adelantos tecnológicos han hecho que cada día seamos menos capaces de sorprendernos por algo, de cuestionarnos el cómo funciona, el plantear nuevas hipótesis o variables, damos por sentado que el mundo así es y no nos interesa en lo mas mínimo pensar como era o como será.

Necesitamos reencontrarnos con un elemento que hoy parece yacer tres metros bajo tierra: la utopía, ese elemento producto de la mente humana que plantea un sinfín de escenarios, posibles o no, tanto para la humanidad como para cualquier ser humano. La utopía ha sido el vehículo por excelencia para el ingenio y la fantasía humana, por el mero hecho de dotarnos de un elemento que nos es imprescindible como seres pensantes y racionales, la esperanza en el futuro, en un escenario alterna donde los errores y vicisitudes del presente sean modificados.

Es necesario que volvamos a creer en nosotros mismos, como seres racionales capaces de aportar nuevos elementos que mejoren nuestra realidad, y donde no sea la inercia o los adelantos tecnológicos los que limiten nuestra capacidad de asombro y nuestra mente también.

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