Una inyección de patria.

Los festejos del Bicentenario han pasado ya, México ha celebrado 200 años de vida independiente, aunque siendo estrictos, la consumación fue hasta 1821, pero no seamos aguafiestas y concedamos que la identidad mexicana surge a partir de esta fecha.
Considero que aun aquellos que se declararon a favor del No Grito de Independencia como forma de protesta, vivieron y sintieron vibrar la mexicanidad, cada quien en su forma particular. Los que tuvieron la oportunidad de estar en alguna plaza pública no podrán negar que el entusiasmo del Grito fue contagioso, no sólo el del Presidente de la República, sino también de aquellos compatriotas que no vacilaron en secundarlo favorecidos por la potencia de su voz.
México, o correctamente dicho, los Estados Unidos Mexicanos, porque México según nuestros iluminados legisladores no existe; ya necesitaba de una fuerte inyección de patria. No debemos olvidar que toda nación se construye y consolida a partir de valores, principios y sentimientos comunes.
Reza el dicho popular, que no hay peor ciego que el que no quiere ver. México tiene problemas en cantidades industriales, de no fácil solución, de eso es necesario estar conscientes. Pero de la misma forma, es necesario tener presente que a lo largo de 200 años México ha sabido resolver y superar, no sin esfuerzo y cooperación de todos los mexicanos, problemas de igual o mayor envergadura que los actuales.
Estos impresionantes festejos del Bicentenario del inicio de la gesta heroica de nuestra Independencia, sin aceptar que haya sido dinero bien invertido, han tenido un papel trascendental en el sentir de gran parte de los mexicanos. Es muy posible que un yaqui y un otomí sientan la mexicanidad de forma diferente, que la perciban desde su concepción particular, pero es innegable que justamente estos festejos nos permitieron disfrutar de parte de nuestra gran  herencia cultural y hacer posible que de Tijuana a Cozumel nos reconozcamos como mexicanos, lo cual, sin lugar a dudas, reafirmar nuestra identidad.
Celebrar 200 años es una invitación a la reflexión, pensar de donde se ha partido, a donde se ha llegado y cuáles han sido los instrumentos utilizados, pero más importante es responder a donde se quiere llegar. Recordar a los hombres y mujeres que nos dieron patria, mas allá de sus gustos por los placeres mundanos de todo mortal, reconozcámosles que ellos, por sus propios medios, lograron sembrar la idea de mexicanidad. Una nación necesita del mito y de la leyenda, de héroes y figuras nacionales, porque es ahí donde comienza la identidad. Desmitificar, o tratar de, a los héroes que nos dieron patria, me resulta ocioso y poco benéfico al pueblo mexicano ante la actual pérdida de identidad nacional que padecemos.
Los conmino a retomar ciertas ideas del articulista del periódico Excélsior, Armando Salinas Torres: “Hagamos un esfuerzo adicional para superar la crítica y anteponer la propuesta, (…) para hacer realidad el cambio que necesitamos para hacer de nuestro país una gran nación. (…) Los problemas que hay en todo el país tienen muchos puntos de coincidencia, al igual que nuestras raíces y los deseos por salir adelante. Cada uno de nosotros tiene la respuesta a su alcance: poner todo nuestro empeño para hacer eficiente y eficazmente nuestro trabajo; y quienes desafortunadamente no lo tienen, redoblar sus esfuerzos para superar ese obstáculo que no detuvo a nuestros antepasados que se forjaron en la escuela de hombría de bien y que trasciende hasta nuestros días.”
¡Todo por México!

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