Unamitas ¿pecadores de soberbia?

Mucho se ha escrito sobre los 100 años de la Universidad Nacional Autónoma de México, mas de un siglo de vida, de nutrir al país de generaciones cada vez más preparadas y comprometidas con su labor: ejercer con dedicación cada una de las responsabilidades para las que fueron preparados por un periodo mínimo de cuatro años, no sólo en beneficio de ellos, sino por que de por medio está el prestigio de la Universidad.
Si bien en uno de mis escritos anteriores planteaba que estos 100 años en sí solo son en su carácter de Nacional, ya que lo Autónoma sería posteriormente reconocido tras una dura batalla de las autoridades de la época, no creía y sigo sin creer que es razón suficiente para escatimársele a la UNAM dicho legado, ya que si bien lo Nacional y lo Autónoma la han transformado y dado presencia tanto al interior como al exterior, es plena heredera y digna representante de la Universidad Nacional de México, así como de aquella Real y Pontificia Universidad.
Sin embargo, hace pocos días, me encontré con un escrito del articulista Ángel Verdugo (así se llama) del periódico Excélsior, en el que tachaba de soberbios a los unamitas, al no pensar que elogiando a las generaciones intelectuales, aduciendo que gracias a ellos el país había progresado, se olvidaba que de sus aulas surgieron los Presidentes de México que gobernaron durante 30 años aproximadamente, con resultados no siempre beneficos y de formas no siempre democráticas.
Lo anterior me puso a reflexionar, más que a pensar, sobre si tenía la razón el articulista. Concluí que así era, que finalmente fue con Presidentes formados en la UNAM, que el país tomó rumbos inciertos y la mayoría de las veces con resultados poco benéficos, por no decir catastróficos, sin embargo, también concluí que la formación posterior de dichos presidentes no fue exclusiva de la UNAM, por lo que muy probablemente estas últimas instituciones hayan sido las que nutrieron su intelecto, haciendo que perduraran por encima de aquello aprehendido en la UNAM.
Después de un rato, el trago amargo ha pasado, y el orgullo de ser unamita, más consciente y cuidadoso de festejar sin reflexión los 100 años de la UNAM, sigue intacto….


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