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Aunque es pronto para considerarlo ya una tendencia consolidada, la reciente eliminación del narcotraficante Antonio Ezequiel Cárdenas Guillén nos obliga a preguntarnos si hemos llegado a un punto donde se puede decir que el Gobierno mexicano podría comenzar a reclamar para sí un poco más de respeto de aquellos que le desafían, o atenerse a las consecuencias.
La muerte el viernes 5 de noviembre pasado del jefe del Cártel del Golfo se da menos de doce meses después de que la Marina Armada de México eliminara a Arturo Beltrán Leyva,  y a escasos 100 días de la caída, también a balazos pero esta vez del Ejército Mexicano, del prominente líder del Cártel de Sinaloa, Ignacio Coronel. Si a eso se suma la captura de Edgar Valdez Villarreal, mejor conocido como La Barbie, tenemos que en menos de un año hay cuatro capos menos, tres de ellos muertos.

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