La culpa

El ser humano es sin duda un tema inagotable sobre el cual escribir, no por algo los libros motivacionales y de superior siguen cosechando millones de regalías y no pocos son best sellers del año. Al respecto se pueden conservar ciertas reservas, pero no es hoy el tema que se aborda.

Ya se ha hablado sobre muchos aspectos inherentes a los humanos, condiciones que el subconsciente mantiene por muchos años derivados de todo un proceso evolutivo, físicamente hablando.

Sin embargo, no cabe duda que existe uno en particular que no es fácil de rastrear, ni tampoco de explicar y mucho menos comprender, pero que sigue formando parte esencial del comportamiento del ser humano.

Nos referimos al sentimiento de culpa, ese que nos es inculcado muchas veces a través de la religión, ya que desde el bautizo y primera comunión se sostiene que es para el perdón del pecado original. El desconocimiento de otras religiones me impide presentar otros ejemplos, pero con el catolicismo me parece suficiente, dada la población que se denomina como tal.

El sentimiento de culpa se mantiene presente a través de diversos métodos. Con la religión se tiene como el hecho de saberse observado y por tanto se debe confesar nuestro acto. En el ámbito social, la honestidad mantiene que por cuestión moral o ética, se debe actuar con rectitud y confesar cuando seamos deshonestos.

El hecho es que el sentimiento de culpa se mantiene bastante arraigado. Existe el cinismo y los sinvergüenzas, pero ¿Quien sostiene científicamente que a nivel interno no sientan culpa o remordimientos?

Este sentimiento de culpa, muy probablemente es el que haya propiciado la necesidad de crear entes supremos, capaces de perdonar nuestros actos, o adjudicárselos a razones divinas, ajenas a nosotros. Aquí se podría decir que el miedo empuja al sentimiento de culpa, pero entonces tendríamos que encontrar el origen de tal miedo.

Pero esto ha trascendido enormemente, a tal grado que existan seres humanos que consideren que ellos causan todo lo malo, que denoten su valor como persona e incluso justifiquen con ello los actos de otros.

Algunos podrán aducir que su motivo fue el amor. Concedámosle el beneficio de la duda, aunque reconozco que no hay amor más grande que el de una madre por sus hijos. Pero este sentimiento, considero, que va más allá de factores ajenos a todo ser humano.

Olvidamos que como seres humanos, racionales y pensantes, somos capaces de plantearnos alternativas, concebirnos como seres importantes, que no indispensables, y sobre todo, el darnos nuestro justo valor ante los demás. Cuando logre esto un ser humano, habrá de poder restringir el sentimiento de culpa a hechos verdaderamente importantes y realizados por uno, con buena o mala fe, pero realizados por uno.

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