Recuperemos nuestra capacidad de asombro

Retomando la idea sobre la capacidad de asombro de la entrada anterior, es necesario darnos cuenta de esta realidad que vivimos, tan apresurada y constante cambio que no nos permite admirarnos el resultado de una cosa cuando ya tenemos encima otra.
Todos los seres humanos tenemos la capacidad innata de asombrarnos por el simple hecho de la curiosidad con la que nacemos, el descubrir el mundo que nos rodea juega un papel importante dentro de nuestro desarrollo desde los primeros meses de vida, no en balde es la época en que se agudizan nuestros sentidos.
Percibir, captar, identificar y palpar nuestro entorno son las acciones que llevan a todo ser humano a hacerse una imagen del mundo en derredor, pero lo más interesante aun, es que nuestra curiosidad en esta etapa, nunca es satisfecha al cien por ciento, una cosas nos lleva a otra, en este deseo por conocer y aprender la razón de las cosas.
Sin embargo, al ir creciendo y dando por sentado que de ahora en adelante nada podrá sorprendernos, porque hemos identificado todas las cosas y lo sabemos todo, esta capacidad de asombro va disminuyendo considerablemente, hasta llegar el punto en que nada nos es nuevo, nada nos es desconocido, e incluso muchas veces, nada nos es extraordinario o desconocido.
Sucede que nuestro sentido racionalista sale reforzado después de una etapa de largo y arduo aprendizaje, sistematizando cualquier nuevo conocimiento bajo un enfoque racional que no permite dudas al respecto, así como tampoco nuevos planteamientos o concepciones. Se tiene que existe una razón lógica para todo hecho o fenómeno, y que lo aprendido en nuestros años primeros de vida es suficiente para poder explicarlo.
Es así que el ser humano ya no ve las cosas con los mismos ojos conforme va pasando por las diferentes etapas de su desarrollo biológico, el conocimiento adquirido crea un patrón que podría decirse de desdén hacia las cosas nuevas, buscando explicación bajo los argumentos ya conocidos y elaborados que se han almacenado en nuestra memoria.
No podemos decir que sea todo bueno o todo malo al respecto, pero que la capacidad de asombro de los seres humanos se vea mermada dificulta otras cuestiones, como la de creer en el futuro, pensar en la utopía, en pocas palabras, fantasear con la realidad y el futuro. Lo cual ha sido el gran motor de la evolución y desarrollo del hombre a lo largo de su historia.  

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