Cuando la suerte no sonríe.


No se puede ocultar el hecho innegable de que cuando no se cree en la religión o en el destino se voltea la cara hacia la suerte y viceversa. Es lo que podríamos llamar, en muchos sentidos, un acto reflejo, ya que es la primera, o de las primeras, reacciones que se suele poner ante los hechos de la vida. Tal vez sea por una cuestión de defensa, siempre ha sido más sencillo responsabilizar a alguien o a algo más de aquellas cuestiones que no nos favorecen, o incluso, a aquellas cuestiones de la vida cotidiana que sencillamente no comprendemos por qué nos suceden.
Esa creencia en que la vida es como una moneda siempre en el aire, nos da un margen bastante amplio para ver a quien se le puede cuestionar sobre lo que nos pasa, si a la suerte o al destino. Suele suceder que a veces confiamos tanto en la buena estrella, o al menos queremos creer, que el destino es tan solo un punto final elegante para los capítulos de nuestra vida.
Sin duda suerte y destino pueden ir de la mano, sea para bien o para mal, pero existe una tercera variable que pocas veces nos realizamos que existe: nuestras acciones, aquellas que realizamos con el fin de obtener nuestro objetivo.
No dudo que exista gente con una gran estrella en su vida, donde la suerte juegue siempre o casi siempre a su favor, haga las cosas bien o mal, pero es una realidad que son pocas las que pueden alardear de tal cuestión, a la gran mayoría no nos queda más que confiar en nuestro destino más que en la suerte, por la simple cuestión de que esta no siempre nos sonríe como uno quisiera.

1 comentario:

  1. he vivido y deseo vivir más... tienes toda la razón Don Lalo y yo no lo atribuyo a la suerte, creo en el destino, aunque como la religión, también es igual de incierto y dogmático... saludos...

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