Subidas y bajadas.

Ya lo decía mi querida, sacrosanta y experimentada abuela: <<esta vida es como una rueda de la fortuna, a veces estás arriba y otras abajo>>, nada más acertado y terriblemente oportuno en cada ocasión de la vida; y cobra aun mayor sentido cuando de regresar a las labores cotidianas se trata.
Es una realidad que el ser humano se acostumbra tan rápido a las cosas buenas de la vida, que cuando estas llegan a desaparecer, por planeado o intempestivo que sea, pareciera que perdemos la brújula, sencillamente no nos hayamos a gusto y todo ayer nos parece mejor e inigualable. Es justo en esos momentos en que la vida no tiene mejor sentido figurado que una rueda de la fortuna.
Pareciera que la apatía nos embarga, el desgano imprime su sello en nuestras actividades diarias, y para colmo, nuestros descuidos se acentúan, causándonos problemas tanto sociables como laborales, ¿Quién estaría dispuesto a soportar una persona así? Nosotros mismos diríamos la misma respuesta: nadie.
Terrible y cruel realidad, el mundo no se detiene a esperar que nuestro estado de anime mejore, sencillamente, continua su inexorable curso. Mientras uno anda pensativo, meditabundo, devanándose los sesos, las personas a nuestro alrededor tienen una agenda con la que seguir y aunque nos lleguen a comprender, no compartirán nuestro estado de ánimo, a lo sumo, nos darán nuestro espacio personal, evitando molestarnos, seguros de que se nos pasara.
Y así podemos pasarnos el día, las semanas e incluso los meses, ensimismados en nosotros mismos, que ni cuenta nos damos de cuanto nos vamos aislando de las personas, hasta que de pronto despertamos y nos encontramos con una realidad algo diferente, cambiada, novedosa e incluso hasta extraña para nosotros, la vida de los demás ha seguido su curso.
Todos tenemos nuestros malos días, situaciones que nos ponen en un estado de ánimo un tanto hosco, hostil, cerrado y casi siempre apático, sin embargo, es necesario no perder la cabeza fría, darnos cuenta de las verdaderas dimensiones de la tormenta que estamos creando y lo más importante, que nunca volveremos a ser tan jóvenes como hoy y que la vida debe disfrutarse. Cosas difíciles, que no imposibles, pero que suelen ser más llevaderas, si contamos con una sonrisa que nos contagie su alegría y una mirada llena de vida que nos incite a disfrutar de nuestro hoy.   

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