Tu y yo contra el mundo.

Cuando la vida nos muestra un día su mala cara, pues nos aguantamos, pero Dios nos agarre confesados si no se trata de solo un día sino de una racha en que nada mas no vemos la salida, o en términos literales, nos llueve sobre mojado y hasta con tormentas eléctricas de alto voltaje.
Sin lugar a dudas nuestro estado emocional se resiente, el físico se llega a deteriorar y simplemente no logramos comprender el por qué de tanta saña del destino, lo que antes era bonanza y alegría, hoy nos encontramos en franca decadencia.
Los cambios dicen que siempre son buenos, y cuando son planificados mucho mejor, pero cuando se trata de cambios bruscos, golpes de timón, muchas veces imprevistos por nosotros, nuestro mástil principal del barco se quiebra, con la consecuente pérdida de estabilidad y equilibrio.
Ver la vida como una travesía en altamar puede ser la mejor manera de explicar ciertas cosas. Siempre nos mantenemos en movimiento constante, aunque no lo percibamos tan fácil, a veces el mar es tranquilo, con un oleaje suave y vientos favorables, pero nunca faltan los nubarrones, a veces ligeros que solo asustan pero se disuelven enseguida, hasta los grandes cúmulos que embravecen el mar, obscureciendo todo y poniendo a prueba nuestra resistencia ante el embate de las olas, que parecieran deseosas de tragarnos.
Es en esos momentos en que podemos hacer un recuento de la selecta tripulación que nos acompaña en nuestra travesía, sopesar sus consejos y sin duda, solicitar su ayuda ante la tempestad. Innegable es que nos la brindaran, pero existe una que es primordial y definitoria en la preservación de nuestra persona: nosotros mismos.
Al menos en teoría, uno se conoce, sabemos de lo que somos capaces, somos realistas y pocas veces tiene caso mentirnos, ¿Como engañar a la misma persona que sabe de que es un engaño? Es poco verosímil.
Es una realidad que en los peores momentos de nuestra vida podemos contar con alguien que sin duda será de gran apoyo y soporte para resistir los embates del viento y del mar: uno mismo. Por ello, no nos quepa duda, de que cuando más apurados estemos, más necesitados de soporte, contamos con nuestra confianza, nuestra perseverancia, nuestro orgullo y lo más importante, nuestro sentido común, el que nos posibilitara no alejarnos de la realidad y mantener todo en su justa dimensión de las cosas, dándonos el impulso para hoy poder gritar a los cuatro vientos: Tu y yo contra el mundo.

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