La cosa ya no es tan calmada...

Ironía de las ironías, cosas que pasan en la vida. Apenas el jueves pasado escribía sobre cómo el transcurrir de la vida puede ser sumamente lento o un tanto rápido, pero siempre invariable: es constante. Y hoy me doy cuenta que es domingo, mañana será lunes, primera semana del cuarto mes del 2011, que me restan dos días de Servicio Social (¡gracias Jebus!), que tengo una semana para reformular mi proyecto de investigación y que literalmente, no sé qué haré ahora con tanto tiempo libre.
A esta cuestión me refería en la entrada pasada, ¡el tiempo simplemente vuela! Y puede que a muchos no les cause problemas, a otros tal vez sí, pero eso de no tener un plan programado de vuelo puede sencillamente convertirse en una espina en el talón. Es muy grato poder despertar y darse cuenta que tenemos todo un día por delante para hacer lo primero que se nos venga a la mente, pero después de las primeras semanas, al echar un vistazo atrás y repasar qué has hecho, muy probablemente encontraremos un panorama no tan halagador.
A mi parecer se corre un alto riesgo de caer en un ciclo vicioso, ya que el contar con tiempo de sobra nos permite confiarnos y creer que sencillamente si no se hizo hoy, se hará el día de mañana, en casos extremos algunos afirman seguir la enseñanza tailandesa de que si no es en esta vida, será en la otra.
En conclusión, considero muy cierto aquel proverbio popular que reza: “Hay que saber correr, pero hay que aprender a no forzar la marcha”. Traducido al español, es conveniente tener un plan de vuelo, no muy esquematizado ni excesivamente puntual, tan solo poner objetivos con un plazo estimado, por que sin lugar a dudas, la vida siempre tendrá una sorpresa reservada para nosotros, por ello, junto al plan de vuelo, hay que poner un ‘post-it´ que al calce diga: “Importante nunca perder la capacidad de asombro en este viaje”.

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