“La imponente realidad.” (I)

“La imponente realidad.”
Tiempos modernos, tiempos difíciles, tiempos de cambio, tiempos de irreflexión y tiempos de acciones impulsivas, tiempos en que la vida no parece vida, sino una simple mecanización de procesos. Esos tiempos le tocaron vivir a ella, que sin haberlo pedido y mucho menos imaginado, se encontraba en ese mundo con alta dosis de fatalismo, que poco a poco se había ido haciendo patente con el no siempre lento transcurrir de su existencia.
Y así pasaba ella, cual navío en altamar, con días soleados y otros de tormenta, pero siempre en movimiento y adelante. Las sorpresas que puede llegar a deparar el mar son tan inciertas como el destino mismo de todo ser humano, de un día a otro se forma una tormenta, de un día a otro descubrimos tierra ignota frente a nosotros, de un día a otro, nos damos cuenta que nos hemos ido alejando cada vez más de lo que antes nos era conocido.
Un instante, un segundo, y ella se vio perdida en una lejanía inhóspita y aparentemente desolada, pero a la vez con una fuerza de atracción que era difícil de resistir, invitando a sucumbir ante tal fuerza y dejarse arrastrar por una corriente constante, fluyendo entre escollos y pedruscos, hasta llegar a los remansos intermedios, donde tal tranquilidad fue la que la despertó.
Ella había logrado sortear un sinfín de obstáculos, no por nada había conseguido llegar a la universidad integra y de una sola pieza, claro, al menos de eso estaba segura cuando ingreso, ahora que se encontraba a mediados de la misma, tenía serias dudas al respecto, ya que antes no había pasado por su mente la mínima posibilidad de que justamente en esta etapa podría quedar categorizada como una desequilibrada mental ante la ingente cantidad de tareas, ensayos, exámenes, lecturas, y un largo largo etcétera al que todo universitario se ve sometido durante su carrera.
Su lenta pero constante educación escolar, la habían hecho no pensar en ello, pareciera por un momento que no tendría fin. Al inicio le disgustaba tener que estudiar, después se resigno de mala gana, para finalmente descubrir que había encontrado un modus vivendi en el que era posible hallar cierto gusto por esos temas que despertaban su curiosidad y la invitaban a discernir con y sobre ellos.
Aunado al hecho innegable de que a través de todos esos arduos años se había encontrado con gente interesante, divertida, simpática, querida, incluso a mucha que no le causo el mayor interés ni buena impresión, pero que con ellos había ido descubriendo y ampliando lo que el mundo era o podía ser. A final de cuentas, buenas o malas, lo que todas esas personas le dejaban, eran experiencias que día  con día ponían en franca evidencia su conocimiento sobre la vida.
Y así, sin darse cuenta, ya había pasado doce primaveras, con sus respectivos inviernos y veranos, dedicándose a estudiar, a estar en las aulas memorizando textos y otras tantas veces dedicando ingentes cantidades de tiempo a resolver las tareas que sus no tan benignos profesores le dejaban. Por la misma razón, no le causo mucha impresión, la menos después del primer día, el encontrarse de pronto en la universidad, al fin y al cabo, la situación era muy similar con las otras, un aula, compañeros, maestros, tareas, etc.

1 comentario:

  1. yo quiero tiempo libreeeee quiero jajaja aunque creo que me pasaría lo que tú dices Lalo jaja Me gusta mucho la manera en la que escribes, el ritmo, la amplia utilizació de adjetivos, sigue así porque, como todo en la vida, las entradas obligatorias en este blog también terminarán...

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