“La imponente realidad."(II)




Como muchos otros estudiantes, pensó que no había prisa, que la carrera era para disfrutarse, seguir el plan de estudios a cabalidad, al fin que había sido hecho por los grandes especialistas de la carrera, la gente experimentada, la intelectualidad. Si bien todo en esta vida tiene una razón de ser, seguramente conforme se fuera llenando su historial académico sabría cuál era el siguiente paso a seguir. Las intensas noches de estudio, las búsquedas exhaustivas de aquel texto descontinuado dejado en una de sus clases preferidas y que logró culminar con éxito, la hicieron pensar que estaba preparada para cualquier otra eventualidad académica, al fin que semestre tras semestre, había ido perfeccionando esas herramientas de búsqueda, investigación y análisis que tantas ojeras le habían causado.
Conforme se fueron consumiendo las materias, semestre tras semestre, comenzó a percatarse de que si bien era una situación similar a las anteriores, el desenlace envolvía algo completamente diferente, llegaba el "feliz" termino de su educación y ¿Ahora? ¿Qué seguía? ¿Qué podría hacer, a qué se dedicaría? lo único que sabía hacer ¡era estudiar! y eso estaba llegando a su fin.
El miedo comenzaba a hacerse presente, no sabía a qué se dedicaría concluida la carrera, y de la nada,  súbitamente, se dio cuenta que ya estaba en puerta la evaluación más importante, se venía el último de sus trabajos, con el cual culminaría su carrera: la tesis.
Preocupada, comenzó a sacar cuentas, a verificar el numero de materias y créditos con los cuales debía contar hacia el final de su carrera, y por más que reviso y releyó, los números indicaban que le quedaba algo así como un año más como estudiante, una vez terminado ese año, sería un pasante mas con unas tesis por hacer.
¿Qué hacer? Fue la pregunta que se formuló. Los hechos no mentían como tampoco lo hacia su sentido común, no tenía un tema establecido, no había meditado que le gustaría investigar de todo el mundo de conocimientos que ahora poseía y, por si fuera poco, aun no hacia el Servicio Social ni certificaba los idiomas que pedían para poder titularse, al menos eso había escuchado decir de compañeros ya egresados.
Ante la apabullante realidad, se dio cuenta que no todo estaba perdido, todo lo contrario, era hora de poner manos a la obra y comenzar a trabajar con todas las herramientas y conocimientos adquiridos durante dieciséis años y medio de estudio, descontando el kínder claro. Era el momento de ver madurar las ideas y convertirlas en un texto que pudiera reflejar su capacidad de discernir un tema. Así lo pensó ella, así lo visualizó, y con esa idea se quedó, los vientos de cambio y renovación empujaban su barco hacia nuevos horizontes.

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