Pintor de brocha gorda.

No cabe duda, el exceso de tiempo hace a la mente ponerse a dilucidar cosas, y más cuando tienes frente a ti una pared inmensa a la cual tienes que cambiarle el color, darle la primera mano, esperar que seque, verificar los puntos donde la brocha no ha impregnado correctamente la pintura, retocar y rellenar ese espacio vacío del color y que desentona con el resto, verificar nuevamente, darle una segunda mano de pintura y hasta una tercera si fuera necesario, pero sólo en aquellos puntos que lo ameriten, y finalmente, tenemos ante nosotros el marco necesario para la ejecución de la segunda etapa.

Pareciera tan insignificante, pero la realidad es que todos somos pintores, se dice que arquitectos también, pero en ese caso tan solo diseñamos el cascaron; el oficio de convertirnos en pintores, aunque sea de brocha gorda, va un poco más allá, al darnos una idea sobre lo que queremos plasmar dentro de ese cascaron que hemos construido, porque de llenarlo y atiborrarlo con cosas insignificantes, raras, extrañas, desconocidas e incluso inservibles, es una tarea para la que el ser humano se pinta, literal, solito.

Como lo mencionaba, el proceso de plasmar lo que tenemos en mente sobre un espacio, no es tan sencillo ni llano como podría pensarse, ya que a final de cuentas, todo dependerá de cómo queremos que sea el resultado final. Podremos amontonar, encimar, poner capa sobre capa sin preocuparnos por ocultar debidamente lo anterior, y el resultado podrá variar desde malo a desastroso, e incluso, hasta a creativo para aquellos que gustan de enigmas matemáticos.

Yendo al grano, la cuestión es sencilla, si queremos un buen resultado, un trabajo digno de admiración y emulación, no hay otro camino que hacer las cosas debidamente, hay que preparar nuestro espacio para plasmar aquello que queremos, para obtener óptimos resultados, aun cuando esto implique más tiempo, más materiales empeñados, mayor planeación y sobre todo, mayor visión y decisión sobre cómo queremos el resultado final. De tal suerte que al poner la brocha en el piso y levantar la vista para observar lo que hemos pintado, estemos conscientes de que la superficie estaba sin obstáculos, que fue preparada con anterioridad, y si existe algún grumo o deficiencia fue por nuestra culpa, y el resultado obtenido, dependió de ello mismo.

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